La Cuaresma es tu tiempo con Dios. Tiempo para desnudarte de tus afanes, de revisar tu vida, de adquirir el equilibrio cristiano, de rehabilitarte con fuerza y el optimismo de Dios. Es el camino a la Pascua de liberación con Cristo. La Cuaresma es tu tiempo con tu Dios.
Nuestro amado Jesús, nos hace una invitación, cambiar de vida. Esta vida es temporal, entonces, ¿porque no ser como Dios quiere que seamos? Nuestro Padre tiene un gran ideal, que todos sus hijos sean como Jesucristo, que seamos hombres buenos, generosos, caritativos, amorosos con todos nuestros hermanos.
La única manera de experimentar y vivir la misericordia de Dios en nuestras vidas es mirando a Jesús cara a cara. Es decir, teniendo una relación personal de amor con Él. Es diálogo entre corazones. La oración —que hace posible ese diálogo— no debe ser vista nunca como una obligación, sino una necesidad que brota del corazón.
Cuando nos dejamos tocar por su amor misericordioso, nuestro corazón de piedra se hace un poquito más blando, y su gracia puede llenar la vida de felicidad. «La oración más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene. De hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo», menciona el papa Francisco.